POETAS DEL SIGLO XXl CARMEN SERRANO COELLO

POETAS DEL SIGLO XXl CARMEN SERRANO COELLO

Carmen del Pilar Serrano Coello

(Sagua de Tánamo, Holguín, 21.05.1939)

Poeta.

Licenciada en Filología por la Universidad de Oriente, es miembro de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC). Residió por muchos años en Baracoa, Guantánamo, donde fue fundadora del Taller Literario y Directora de la Revista literaria “Maguana”.

Ha publicado los poemarios:

  • Por este medio, Talleres del Consejo Nacional de Cultura, 1973.
  • Por el cauce de mi río, (Antología personal), Ediciones Unión, 2004.
  • Una paloma de espuma, (poesía para niños), Ediciones Holguín, 2008.
  • Por aquí andan mis ángeles, Colección Mariposa, Editorial Oriente, 2008.
  • Esas ovejas que nos balan dentro, Colección La rueda Dentada, Ediciones Unión, 2010.
  • Canción para arrullar a un árbol, Ediciones Extramuros, 2011.

Posee inéditos el decimario No me quiten lo vivido, la noveleta para niños No se lo digan a nadie, el libro de poesías para niños Por el agua del sueño nada un pez, el poemario Ahora vuelvo a discurrir con el agua, y el poemario Un remo contra el agua, con prólogo de Virgilio López Lemus, en proceso de publicación por la editorial Letras Cubanas.

Tiene múltiples publicaciones en periódicos, revistas y antologías como la de Poetisas Cubanas, Perfil de Santiago, Antología de poesías de amor, De la poesía joven. Por ser holguinera y por su labor literaria en Santiago y Baracoa fue incluida en el Diccionario de Escritores Santiagueros, en el de Escritores Guantanameros y en el de Escritores Holguineros.

Por su obra ha sido distinguida con:

  • Premio en el concurso “José María Heredia” por el libro Por este medio.
  • Mención en el concurso “XX Aniversario” por el libro “Consecuencias”
  • Premio Regino Boti en Poesías para niños
  • Finalista en el II Certamen Internacional de Poesías Sant Jordi 2006

Reside en La Habana.

( Dirección de Correo electrónico: carmencita@cubarte.cult.cu )

del libro Por aquí andan mis ángeles, 2008

SACUDIDA

Los que llegan nada saben de la espera,

ni del viaje detrás de las figuras que fueron al océano

a indagar por las naves del encuentro, a vadear los escollo

para evitar naufragios. Las olas nada entienden,

remontaron astucias. Ahora es mejor aplacar este sol

con aguas de silencio, con helados hechizos.

No hay inexistencia porque nada existía.

Alguien se adelanta buscando la respuesta fantasiosa.

Nadie sabe ahora sumergirse

a descubrir el final de la novela. Simiesco es el detalle.

Entre las algas parpadean los asombros, se han dormido.

el efecto del somnífero es certero. Deshago pareceres,

vierto en río pequeño este descreimiento

contra todo el amor.

Y espanto las moscas de la espera

con leves manotazos que lanzo a la tristeza.

Y ECHA A CAMINAR CADA DÍA UN CORAZÓN

Que si debió ser como todos plantean, que si la tarde

se enmascara con brumas, que si el reloj es un martirio

cuando no deja que el tiempo se pare en la hora señalada.

Que si este mar no tiene dársenas para amarrar

el minuto feliz de esas naves. Que si la palabra no fue inscripta

en documentos donde el amor se asienta.

Nada interpretarará el huidizo secreto

y esta lluvia vuelve a desesperarnos cuando por cada gota

ascienden los despojos y el ojo de la soledad nos mira fijamente.

Estamos estrenando costumbres

para consentir lo irremediable de estos espejismos

que abrevamos para intentar purificarnos,

como fue purificada Santa Juana de Arco

porque la fe en sí misma le hizo oír esas voces

de San Miguel Arcángel y otros santos.

Y salvó a su país, como quise salvar este pequeño patio,

donde sigo oyendo las voces de los duendes,

nacen y mueren los augurios,

y echa a caminar cada día un corazón

con patitas de paloma, y sube a los asientos

para mirar al pájaro que, como entonces,

se mece en lo más alto de aquel pino.

 

del libro Esas ovejas que nos balan dentro

SOÑABA NO SÉ CON QUÉ NINFA

“Esta mañana el río ha sido

mío: Lo levanté del viejo

cauce. ¡Y me lo eché en el pecho!”

[Dulce María Loynaz]

 

Soñaba no sé con qué ninfa

oculta detrás de los abismos,

y recorría el palacio de Versalles

con el corazón atolondrado.

La pesadilla real traía imágenes

sin que la aparición fuera María Antonieta de Austria

sino la abuela secándose las manos con el delantal,

blasfemando por las flores en el suelo,

y el padre que no era Francisco I,

aunque tomaba vino y aceptaba nombramientos,

escuchaba la queja indiferente.

La Emperatriz María Teresa,

no es esa mujer delgada

que me nutrió más espíritu que hambre.

El paseo por el jardín eleva el coche,

voy sobre canales.

¡Mis ríos!, -¡son mis ríos!

 

ESAS OVEJAS QUE NOS BALAN DENTRO

 

Imán que atrae la vibración que en los sentidos

se dispersa como fibras de árboles rasgados

por el picoteo de las aves. Son estas las ficciones

que unidas tejen la cuerda para reconstruir el episodio

porque todo lo atraído responde a la tenue bondad

de esas ovejas que nos balan dentro.

 

No estoy sino en esas visiones del instante

en que los resplandores combaten a las nubes

y comienza la calma a torturar la sangre de las horas

que han decidido custodiarnos.

Se nos pega en la piel el ritornelo del ave nocturna

que intenta desmayarnos por el miedo

de caer en esta ausencia que hiere

con su espina de remembranza alucinante.

Ay, que doler ese verano pálido que nos cierra los ojos,

cuando pasa trayéndonos la playa, la música y el campo,

de tanta esencia derramada en los aires que fueron.

Y este poema que no quiere llorar.

Y este poema.

 

del libro Canción para arrullar a un árbol

 

A TRAVÉS DE LAS ALAS DEL PÁJARO

 

Está extraviado el tiempo:

me asomo a contemplarlo

ahora que veo pasar algún rayo de luz

a través de las alas del pájaro

que huye de mi presencia.

En esta escena no está Sísifo

subiendo con su roca a la espalda.

Yo la porto sobre la flaqueza

de un hombro descarnado por otra maldición

que me mantiene

bajando a recogerla

hasta el fondo del Tártaro

al que intento romperle,

con los puños del sueño,

su infinito.

 

del cuaderno No me quiten lo vivido, inédito

 

MADRE

 

Te miro, flor hacendosa

con poca luz cose y cose,

para disfrutar el goce

de vestirme como diosa.

 

Te vi partir ¿qué otra cosa

puedo hacer sino tenerte

en mi espíritu y saberte

siempre dispuesta a mi lado?

 

Hoy mi vestido está ajado

por la arruga de tu muerte.

 

 

del cuaderno Un remo contra el agua, inédito

 

 

EN EL PICO DEL ALBATROS

 

I

Un rostro peligroso abre sus alas

y el anciano de las figuraciones

mastica su imposible.

Los ojos que ven a través de las rocas

el murmullo del mar

han avizorado los pájaros de la rutina

que no parlamenta

ni ante la pantomima de sus alas.

El temblor, en el aire, de la cola del pez

es el último intento de volver al océano

antes de ser tragado por el albatros.

 

II

Temo a una nueva mordida

del áspid que se me enrosca en el pecho

para darle descanso a su faena.

El corolario de lo absurdo

debilita la fe y alguna danza mítica

comienza la odisea de inaugurar salones,

mientras vasija en mano

intento recoger la ambrosía

para nutrir a mis pequeños dioses.

 

Los angelotes coronan a la santa

que ladea la cabeza del perdón

entre la tristura de las flores:

Salto de ella a mí, colocando el rostro

en posición ingenua,

y como el pez en el pico del albatros

inútilmente me sacudo.

 

 

-inédito-

ALGUNAS MUJERES CREADORAS

 

Caminan sobre sendas nigromantes,

beben vinos añejados en odres de omisiones,

se curan con resina de añoranzas

y a veces duermen sobre el cuerpo de un verso

que resolvió no ceder en la batalla diurna.

Caen en el estanque del amor y no saben nadar,

ni saben dónde encontrar trastos de lo común

cuando el orden las obliga a emplearlos.

Mencionan erotismo,

jugándose en la ruleta los pudores

y ganándose miradas afiladas

en la piedra de la desconfianza.

En ocasiones paren hijos,

que buscan tras cotejos convenientes al uso,

a la madre normal.

No sufren de escapadas o vestidos ajados,

de salitres y arenillas cegadoras,

de ángeles que transportan astillas de luna,

de querellas por usanzas.

Y obtienen como premio,

al concluir aquella obra de la madrugada,

que las musas locas, vírgenes de amantes,

aplaudan con júbilo de acierto

y hasta logren poner en deserción,

a los temibles fantasmas de las melancolías.