CARMEN SERRANO: REMONTANDO LOS RÍOS DEL CANTO (FRAGMENTO) LUÍS SUARDÍAZ
Antes de entrar al universo lírico de Carmen Serrano, nos espera una cita de Lezama Lima de suyo explícita en la que precisa que existe la poesía oscura y la poesía clara y que debemos aceptarla como aceptamos la existencia del día y de la noche. Y ese texto me recuerda la aclaración de Rafael Alberti, en el sentido de que por ser claro no se es mejor poeta, pero por ser oscuro tampoco. (…) en un trayecto de más de treinta años Carmen va de la transparencia y la sencillez a la complejidad cercana al hermetismo, (…) Por este medio –libro que obtuvo el premio de poesía José María Heredia en Santiago de Cuba, hace exactamente treinta años- ha oscurecido sus túnicos, y ha provisto de una cierta niebla sus temas.
En la órbita del realismo que busca desentrañar lo cotidiano Carmen nos dio un brevísimo texto crítico nombrado “Las manos”: Las manos mezcla de agua de jabón y de ropas, / dejan de hacer un poema que agoniza indefenso / en una mezcla de agua de jabón y de ropas. (…)
Ajena a la longeva y aristocrática meta-física, Carmen intuyó entonces que: Del pacto con la miseria/ nació el dolor del hombre.
Graduada en humanidades en la Universidad de Oriente y promotora artística en ese mismo centro, autora de programas radiales, animadora de talleres literarios, además de haber creado y asesorado por más de dos años la revista Maguana, de los talleres literarios de Baracoa, Carmen iba dejando artículos y poemas en publicaciones periódicas, (…) le pareció más apropiado contar historias cotidianas y aún describir su mesa de múltiples labores: Aquí están los papeles absurdo de mis versos / los que escribo aturdida por el ruido incesante de las bombas de cartucho con que mi hijo hace la guerra. (…)
(…) Si trabajamos y debemos hacerlo, para los que habitan el porvenir eso no puede relevarnos de la urgencia de hoy, del encrespado tiempo presente. Por eso en ―Pretensiones‖ Carmen admite: Los días me cabalgan en caballos sin freno y en transición: La noche aguanta un hilo de mi sueño/ para fecundar la brisa ya pasada /el abrazo al futuro/ me despierta violento/ ahora/ vamos a querer al mundo.
Otra vez llueve en el poema y suavemente se lamenta: Y no tengo con qué hacer los arcoíris. Los invito, lectores todavía en víspera, a que se detengan en esa narración en versos que se titula Dirección y que comienza: Toco. / una señora gris como mi sombra me da los buenos días /. Ese segundo y largo verso trasmite toda la atmósfera de la pieza literaria. Y el final es ajuste de cuentas consigo misma: Ahora me doy cuenta de que siempre fui a tu encuentro/ en una dirección equivocada.(…)
El mar auténtico se convierte en metáfora. El sueño del mar se hace una realidad otra. El hábito de echar redes, de buscar representaciones, más que animales exquisitos, se transparenta en esta estrofa:
Noches de mar y mar y de quietud de luna regándose en la playa
para la protección del restringido entorno de las intimidades.
afuera las figuras se abrazaban en la serenidad de las penumbras.
El canto se iba desplegando con alas ascendentes
y la red se adelantaba hacia un nuevo destino.
Se diría que la poeta ha cambiado de piel más que de estilo, porque de aquellos poemas donde una claridad cegadora denunciaba desde el principio el origen, el destino y la intención del canto, (…)
Y, en los instantes finales del canto que cierra la última sección con un título que también a mi modo de ver anuncia menos de lo que ofrece,
Tiempo que me jugaste las horas al prohibido
que me burlaste el descanso y me impusiste fardos como una cruz de mármol
que ahogaste la voz de los minutos en una fuente de oscuras trenzas de agua.
Hace mucho tiempo que Nicolás Guillén vio en los textos de Carmen una auténtica sensibilidad poética. Los bultos de ropas y el jabón, los estados de cuenta y trajines empresariales siempre esquivos, las peripecias del vivir en las condiciones de la compleja trama insular hallaron sitio en su equipaje lírico, pero también sofocaron el laboreo constante, la arquitectura de la página que debe resistir, desde su frágil condición, cualquier embate. Ahora la poetisa vuelve al ruedo. Su silencio no ha sido total, ni mucho menos, pero la dispersión en recitales y publicaciones seriadas o en varias antologías, únicamente pudieron informar de una vocación que no rendía sus armas. Ahora se puede apreciar buena parte de esa empecinada batalla por trasmitir lo que se siente o se piensa y por expresar lo que surge como un golpe de mar contra la costanera.
Ya en su ―Currículum vitae‖ nos confiesa que al igual que la poetisa española Gloria Fuertes, sufrió en una oficina donde contabilizaba la poesía que no podía escribir. Pero de esto hace, como sangró Vallejo, muchas ansias. Ahora la madurez convida, no al reposo, sino a la obligación de juntar las palabras para que el fuego no muera. Y esa tarea, que nadie impone, es irrenunciable únicamente para los poetas, aunque muchos no alcancen el reino de las antologías, ni el laurel o el oro coronen la fatigada, pero altiva frente.
Luís Suardíaz 20 de septiembre del 2002