EL SAGRADO TESTIMONIO LÍRICO DE CARMEN SERRANO
Estamos ante una poesía de la experiencia, que no tiene fines meramente artísticos, aunque los tenga en cuenta. Sus propósitos esenciales pasan por el testimonio, para sí, sobre todo, pero también para los otros, de lo que la vida y los reguladores invisibles del destino le han deparado al sujeto que se expresa.
Se trata de conversar con el propio destino. Un diálogo natural, de aire cotidiano, con los fraseos característicos del día a día, y con las improntas emotivas del que examina su andar: un intercambio íntimo en que se desea rendir cuentas. Se ha vivido, y se quiere hablar de la vida propia, que es de la que mejor se puede hablar, por ser conocimiento directo y eufórico para cualquier sujeto.
Por supuesto, quien intercambia su experiencia es una poeta, y su testimonio está ricamente entrelazado con lo que pudo ser y no fue, con lo que fue y no debió haber sido, y, sobre todo, plasmado con la afectividad asociativa que caracteriza a toda persona con numen: alrededor de los giros coloquiales se enhebran las metáforas, saltan las metonimias, los símbolos empapan el mensaje.
Por ello, estamos ante un auténtico libro de poesía. Autenticidad y poesía son hermanas absolutas, y se necesitan como la luz y el aire cuando se posee alta sensibilidad ante la vida de los demás y ante la propia vida.
La sensibilidad convierte en productivo cualquier análisis. ¿Qué podemos expresar de una experiencia si no la analizamos con sensibilidad? En cuanto estas dos poleas examinan cualquier asunto nos inclinamos, aunque sea invisiblemente, hacia la poesía, que ya sabemos es hermana sanguínea de la autenticidad.
En la autenticidad poética es obvio que se funden lo ético y lo estético. Para un cuaderno que se quiere resuma de alguna manera el transcurrir de una existencia lo ético y lo estético deben estar fundidos mucho más que en cualquier otro momento de la expresión lírica. Hay que someter a análisis un periplo vital, y no puede faltar la sensibilidad. El engrudo que entusiasma ese hermanamiento profundo es la autenticidad.
Por ello, podemos admirar algún momento específico de la expresión en que se resolvió con mucha propiedad y agudeza la asociatividad que reclama todo texto poético, pero lo verdaderamente admirable es el testimonio auténtico de una sensibilidad. Admiramos el libro que tenemos entre las manos como si se nos hubiera entregado directamente el corazón o se nos ofreciese en una pequeña arca lingüística la transparencia del alma.
No todos los seres humanos están capacitados para este ofrecimiento de generosidad, unos porque la sobredimensión del yo no les permite entreverse y les torna opaca el alma y otros porque no están preparados para el lenguaje de la belleza y la honradez, que es el lenguaje de la poesía. Pero en este libro nuestra querida poeta Carmen Serrano exhibe una envidiable preparación: su testimonio reúne la verdad y la belleza, por lo que la línea lingüística se atiranta como una cuerda de guitarra y deja en el alma del lector vibraciones de inefable complicidad.
Roberto Manzano, Párraga, mayo de 2019