LIBRO UN REMO CONTRA EL AGUA AÑO 2013

LIBRO UN REMO CONTRA EL AGUA AÑO 2013

VIRGILIO LOPEZ LEMUS:

Carmen Serrano apela incluso a formulaciones del imaginario de deidades grecolatinas, que utiliza de modo peculiar, como es el caso de «Hebe aparta la copa», poema difícil, que parece un discurso lírico sobre la vejez y el paso del tiempo sobre ese «yo» que no se lamenta ni se siente existencial. También hay grados herméticos en las alusiones metapoéticas, como cuando «Paz en las estaciones» concluye con un: «Paz en los avernos de todos los poetas / que irradian luz desde la cueva oscura / de la mortalidad», en apariencia refiriéndose a una caverna platónica para la poesía, que habrá de definirse con más densidad en el poema siguiente, «Bajo el ala del sol», donde: «La poesía se desnuda, / bebe su pócima de alquimia, / se rasguña al roce con la hiedra / y vierte sangre dulce para nuestro sustento». Dígase que estas construcciones son de diafanidad aparente, porque Serrano edifica el texto y sus imágenes con borrosos signos, o mejor con alegorías, y el lector debe reinterpretar esas cuevas, hiedras, pócimas, como algo diferente de lo que literalmente se nos dice (procedimiento propio de las artes), rico en connotación, anfibología poética o polisemia que conduce a la diversidad interpretativa del texto.

Debemos asomarnos a sus versos también con cautela, como cuando Carmen Serrano dice: «Me asomo cautamente a la ventana / a ver como desfilan caminantes / tragados por el polvo de la ausencia…», porque no podemos dejar establecido que la poeta se asome literalmente a una ventana, ni sabemos ciertamente de qué «caminantes» nos habla. El libro juega así, de manera seguida, con lo indeterminado, lo impreciso, la no exactitud del dato ofrecido, porque para exactitudes, parece decirnos entre líneas, están las matemáticas, las ciencias exactas, pero no su poesía. Ahí radica su diferencia esencial con el coloquialismo que predominó durante varias décadas en la poesía cubana, poesía «objetiva» por definición de su poética colectiva, en tanto Serrano es subjetiva y sobre todo, sugerente. Esa subjetividad tiene senderos para ser más bien descifrados, véase en «Habito en la extrañeza» (título de por sí, definidor), cuando no se sabe bien si el poema adquiere connotaciones «sociales»: «Del secreto llovizna una plegaria / que enmudeció la paz de aquellos elegidos / cuando las sílabas del viento / lanzaron sus galgos contra el código / que advirtió los desastres…» Pero quizás sea abusivo fijarnos políticamente en estos poemas, que no dejan de tener connotaciones incluso subconscientes en esas esferas.

Poesía del subconsciente y de las diversidades connotativas, Serrano se aparta de sus propios caminos mucho más explícitos cuando, por ejemplo, entona su canción en décimas, cuando ha escrito libros ricos en esa estrofa y en otras de uso corriente de la métrica tradicional hispánica. Un remo contra el agua nos deja ante la ambigüedad de si en verdad la poeta navega contra o a favor de la corriente, y cuál es esa corriente: «Huí de las aves angustiadas / frente al rostro velado del destierro…», «Llegué ofreciendo pasarelas / para cruzar la historia e inventar este cosmos…», «testimoniaremos / rota la garganta por los gritos que piden el refuerzo».

Aunque no quiero explicar, sino pre-sentir la poesía acumulada en este poemario, ya decía en el primer párrafo, que la presencia de un «yo» como sujeto lírico determina el tono confesional. Pero hay que tener cuidado con esa «confesión» y sus disfraces, porque Serrano conoce del travestismo propio de la poesía: «No pinto la palabra para verla estallar en su escenario». Su «yo» emocional quiere ser omnisciente, omnipresente y a la vez diluirse, «contradicción de las contradicciones, la contradicción de la poesía», decía Lezama Lima, y Carmen no esconde sus contradicciones, las de un «yo» que puede ser ella misma, pero como sujeto lírico no tiene por qué ser autobiográfico. Si en definitiva es un neorromántico «yo» confesional, la poeta lo esconde detrás del aludido hermetismo surrealista, lo trasviste de símbolos que bien pueden ser dioses o personajes helénicos, le ofrece el don de la ambigüedad y del sutil lenguaje alegórico.

«Solo gano mi espacio verso a verso». Quizás sea esa la intención legítima de Carmen Serrano: ganar un espacio vital, apostar por la vida, por la mejoría humana, por un «yo» que se asoma al mundo cuando en verdad está integrado a él con un impulso feroz, con un «Grito de socorro». La poeta parece «una crispación de nervios de ave mensajera» que culmina en «un grito de socorro en movimiento de las aguas». En tiempos de alud, de un mundo que se calienta, y teme como nunca por su futuro, ¿la poesía no puede tornarse en ese grito de socorro? ¿Va siendo ella uno de los últimos refugios, exilios, salidas de intimidad del ser ante el cambio extraño y, quizás, devorador? Carmen Serrano no nos entrega un libro para una «lectura de domingo» y por encima de su lectura no facilista, un libro que busca armonía.

Casi al final, pregunta: ¿Adónde llegaré con tan serio equipaje?» Pues no lo sé, Carmen Serrano, a cualquier parte o a parte alguna. En poesía lo importante no es «llegar» (¿a dónde?), sino el camino recorrido, las estaciones visitadas, los encuentros sufridos, los pedazos salvados, los demonios exorcizados, los corazones estremecidos, los cerebros movilizados. La poesía no siempre llega, a veces se queda varada (como un barco de alguno de tus poemas), y no sabe si se hunde o si continúa. «Sin darme cuenta navego contra el agua. Me persuado. / Suelto los remos». Es aconsejable hacer esto también para la lectura.

Virgilio López Lemus, El Cerro 8 de abril de 2011.