Primera edición: abril 2021
ISBN: 978-84-1398-864-1
Impresión y encuadernación: Editorial Círculo Rojo
© Del texto: Carmen Serrano Coello
© Maquetación y diseño: Rebeca Pantoja Álvarez
© Fotografía de cubierta: Diminel, Naturaleza muerta, 1947
Editorial Círculo Rojo
www.editorialcirculorojo.com
Impreso en España – Printed in Spain
Sobre el libro:
La poesía, quién puede dudarlo, es un misterio inexplicable. Cada poeta mira e interpreta el mundo con los ojos de sus más íntimos desvelos, secretos, realidades, angustias, esperanzas… La lectura de Las misteriosas hierbas de mi mente permite comprobar la certeza de tal afirmación. Esta colección de poemas –nacida luego de haber recorrido el largo y, a veces, tortuoso camino de la vida– ofrece la posibilidad de indagar, cuestionar, reflexionar, sobre esos sentimientos y actitudes, esos destellos y sombras, esos saberes y legados, que acompañan al hombre a lo largo del tiempo vivido. Es este un libro, por ello, no solo para el disfrute de la poesía, sino también para pensar a través de la poesía. Poeta –escribió Fina García Marruz, una de las voces más representativas de la lírica contemporánea– es ese extraño cazador que solo da en el blanco, cuando el pájaro salta, libre. Los invito a descubrir cómo Carmen Serrano Coello logra otra vez, ahora desde las páginas de este poemario, que el pájaro salte, libre.
Fernando Rodríguez Sosa
Algunos poemas:
INTERROGANTE
Me preguntas si eso es lo que amo, o quizás lo que amé,
esa forma de él sentarse recostado a la vida
tras la leve tragedia del auto,
o si amo solo la efigie del desconcierto
bien sufrido por la seguridad de la ventaja
sacada al compromiso.
Me peguntas si amo sólo el encuentro con aquel ademán
que me hizo saltar barreras de entusiasmo,
y entre la urdimbre que tejía el momento
me fue convirtiendo en algo que en realidad no era.
Empecé a querer iluminar
toda noche de espanto que pasó por mi historia,
y entré en la trampa con un vestido ingenuo
que no me arrepiento haber usado.
La placidez del momento me dejó la congoja
de vivir este otro donde ya no aparece foto, ni palabra
atractiva,
ni flores presuntuosas. Solo está el vacío
en el que caí de nuevo, como cuando
no existía la foto ni palabras ni rosas;
tampoco el sortilegio
que me ha dejado tantas ganas de escribir poesías.
COMO SI NO QUEDARAN MÁS PUERTOS
La angustia del navegante se concentra
en vencer antagonismos y cenagales, ingeniados o no.
A la impaciencia debes ofrecer el brebaje de la calma
para intentar deponer las pasiones que andan a la deriva,
asidas a la barca que se mantiene flotando,
como si no quedaran puertos donde ir a recalar.
Las entidades del amor vuelan bajo un cielo imposible.
Tengo todo el vestuario, la maleta preparada,
bien marcado el destino hacia el encuentro
que espera en el sitio idílico de lo que ingeniamos,
pero mi barco hace agua
y miro como el tuyo decide continuar
INOCENCIA DEL ALBA
No; no existió. Es mentira.
Nuestro encuentro no fue aquel crepúsculo
que disfrutó apasionado un rayo de luz vigoroso
porque deseaba evadir su nostalgia.
El aire húmedo vaticinó el aguacero que logró irrigar
el paisaje de bailarines
que disfrutaban su danza de ofrendas
y se convirtieron en sombras zarandeadas.
Todo fue un suceso que germinó en delirio
y empezamos a caminar bajo la lluvia.
Así nos recibió la noche.
En la madrugada intentamos abrazarnos.
Pero inocente la aurora, al aparecer,
sin darse cuenta,
nos reubicó en diferentes espacios
ESPERANDO POR LO POCO QUE QUEDE
Mi gran felicidad fue deshojada,
solo quedó una flor allá en lo alto,
que se me ha convertido en sobresalto
por tratar de asumirla trastornada.
Hago intento, inocente y angustiada,
como gran deportista no resalto.
Soy miserable esclava del asfalto,
tras el éxito nunca he sido osada.
Dimitida a obsequiarte mi ternura,
sufro por esta incierta circunstancia
de sólo contemplar su galanura
y disfrutar de lejos su fragancia.
Porque ya nada hará que me la traigan,
espero por los pétalos que caigan.
A PROPÓSITO DEL CIRCO Y SUS ALQUIMIAS
En el circo hay un león de mirada cansada
y un domador con brazo y medio.
Concluyo en que el pueblo ha perdido la armonía,
porque todo parece caber en el desorden.
El muchacho, que se enamora de la equilibrista,
está ensayando sobre el muro. Se cae cuando ella pasa.
(El tigre entra a la alcoba por la amplia rendija).
A la función acuden la pobreza y la nobleza del pueblo.
La lona gris se abre para que todos pasen.
El muchacho y la equilibrista se despiden mientras el
circo se desarma.
La luna menguante cae al agua cuando el lloroso pasa
junto al río.
(Aquella luna entra ahora disfrazada de tigre).
Prendo la luz y busco. En mi habitación
no hay ninguna rendija. Me asomo a la ventana.
Afuera un cartel lumínico anuncia
la llegada de un gran circo, con la foto
de un muchacho y una muchacha equilibrista,
un domador que levanta sus dos brazos,
y un tigre.
INTENTO DE PINTAR UN CUADRO
Había dibujado todo sobre aquel bastidor
que ubiqué en el íntimo paisaje,
en el cual habían árboles muy verdes,
ríos y arroyuelos donde los peces danzaban.
Al notar que requería colores para hacer el boceto,
aves amarillas, violetas y rosadas me dejaban plumas,
El sol se introducía entre las sombras: Me lo brindaron todo;
solo de pensar en ello aparecían relámpagos pequeños
retozando sobre la tela.
Unos palomos y palomas
construían nidos bajo las ramas, me saludaban.
Solo era necesario el rostro y el cuerpo que iba a pintar.
La yerba copiosa suspiraba dócil
sacudida por la ventisca.
Los pinceles procuraban no tocar el espacio
donde supuestamente entrarías con el amor.
Llegaste cuando tenía listos los colores
y revoloteaban alas desde el lienzo,
tendí los brazos fuera del delantal manchado
por la pintura de tantas ilusiones.
Estuvimos tan cerca que nos abrazamos.
dimos vueltas para entrar en el cuadro,
fue entonces cuando tomé conciencia,
el caballete y el paisaje estaban en mi idea,
yo no soy pintora.
ELLA PRENDÍA VELAS A LO DESCONOCIDO
Porque no conocía otro sendero en los alrededores,
miraba hacia arriba, alelada, y empezó a tocar las hojas
con el fin de buscar el espacio de lo desconocido.
Así habló con los frutos, las flores y las aves, y sacó la sonrisa
que encantaba mensajeros portadores de informes
de aquel mundo ideado donde el amor tenía cuerpo
y sus brazos de estímulos la ceñían. La noche,
que afloraba engarzada en la copa del árbol,
dio paso al hombre que se prendía
de un cuerpo que aspiraba a volar. Esta abuela
de las frustraciones ramificadas
prendía velas a lo desconocido,
porque los santos no lograban hacerse entender
cuando le balbucían los milagros.
De realidad tan frágil, se aferraba al espacio
donde se distendía con los ojos quemados
por el humo y la evasión,
que empezaba en el jardín, andaba los caminos del
espacio, y concluía en la almohada, cuando otros episodios
la situaban en un mar hasta que
el despertar la colocaba a salvo.
En la apariencia de vida que le tocó,
los poemas hacían nido detrás de su mirada
para posarse en los signos de la sombra,
y las gráciles manos para mover mi cabellera
que mantuvo sedosa, como si eternamente
estuviese alisándola con el peine del recuerdo.
Yo también prendo velas a lo desconocido
MI CASA PERDIDA
Y esta casa ya no es mía.
Lina de Feria
Sé que está perdida entre las hierbas,
entre las ramazones de la mente.
Aún persiste el desvelo por partir a su encuentro.
El camino ha sido
hecho de espectros y memorias.
Han ido quedando en la senda las señales:
pedazos rasgados de nuestra vestimenta,
para que los nuevos peregrinos
logren encontrar mensajes en los árboles previstos,
o gráficos dejados por antiguos caminantes
que soltaron provisiones y atavíos,
y ahora indican donde cortar senderos,
Cargo este silencio contra los efímeros alcances,
cerca ya de conquistar el reino,
con un reloj de arena entre las manos,
las llaves apretadas contra el pecho,
dispuesta a llegar a la casa perdida entre las hierbas:
las misteriosas hierbas de mi mente.
PAISAJE DE MI CUMPLEAÑOS CON LLUVIA
Esos barcos de papel han zozobrado.
La neblina repliega, distorsiona los techos,
y el cuerpo del niño que se baña.
Percibo cómo se despeña su espectro.
No lo he vuelto a encontrar. A mi madre tampoco.
Las paredes ruinosas crujen bajo la lluvia,
hoy no puedo cruzar esta corriente que crece como un río,
sus fantasmas aturden las figuras
que saltan del puente de la dicha
y mantienen el oscuro color que su pincel deposita en la
hierba.
Esta tarde trae el resplandor del rayo, su sonido es la música
que estremece a la albura nocturna,
con la mano tan fría que pone entre sus ojos la tormenta.
Vuelvo al encuentro de la mañana donde el agua corría.
Nadie ha podido ver los brazos que me extiende
el niño que se baña,
ni ha vuelto a sentir la tibieza del cuerpo de mi madre.
Tantas estaciones que han tocado mi piel
y ninguna es aquella, donde la lluvia celebraba a su modo
mi fiesta de cumpleaños.